Vivimos en una sociedad donde la figura del docente ha perdido
todo su prestigio social. La profesión docente está muy criticada, algo que nos
afecta tanto a los estudiantes de Magisterio y Pedagogía, como a los propios
profesores que ya ejercen. A menudo, se perciben comentarios que hacen de menos
dicha profesión. Se caracteriza pues como aquella que tiene buenos horarios,
grandes vacaciones, un puesto de trabajo fácil y cómodo donde todo lo que se
hace es “pintar y colorear”.
Yo personalmente, como estudiante de Educación Primaria y
Pedagogía, no me voy a sumar a todas esas creencias sociales, por supuesto. En
mi opinión, la realidad difiere muchísimo a las de ellos.
Puede que ser arquitecto y construir puentes y edificios
importantísimos resulte maravilloso, pero en la educación no se ponen en juego
ladrillos, sino que los docentes de la educación trabajan con personas, para
dotarles de un futuro. Con ello no trato de darle valor a la profesión docente
haciendo de menos cualquier otra. Desde mi punto de vista, todas y cada una de
las carreras tienen sus más y sus menos, pero todas ellas igual de importantes.
Sin embargo, lo que me resulta curioso es que todos aquellos
que tanto achacan con que su carrera es más complicada y critiquen la nuestra
haciéndola inferior, no se den cuenta de que precisamente ellos mismos están
cursando su carrera gracias a una preeducación ejercida en un lugar llamado
escuela, donde impartían clase maestros, a los cuales no dejan de criticar.
Cuatro años de carrera me han hecho caer en la rutina de oír
todos esos comentarios, pero la verdad, es que no me sorprende de una sociedad
de ignorantes como la nuestra.
Para ser valorados tal y como nos merecemos, tenemos que
empezar nosotros mismos por creérnoslo. Y entre todos, fomentar una publicidad
positiva de la profesión docente.
Se trata de ser conscientes de que:
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